Su vida fue acortada por una bala.
Lo vi por última vez en un ataúd, mientras su mamá rogaba que la soltaran y la dejarán verlo por última vez.
Cuando abrieron la caja él estaba irreconocible.
Su nariz llena de algodones, cubriendo la evidencia de un cerebro destruido.
La escena me dejo sin palabras pero nada se compara con haber visto las lágrimas que rodaban por su mejilla. Una detrás de la otra.
Qué tan difícil ver su vida terminar.
Solo hace unos días lo había visto en la oficina de mi papá. Andaba de allá para acá en su bicicleta.
Le pregunté casualmente cual era su edad, él estaba tan lleno de sonrisas.
Cuando supe que edad tenia le dije, "morirás antes que yo porque eres mayor." Él respondió mientras se preparaba para salir nuevamente, "no puedo morir, tengo que verte crecer."
Recordar su cuerpo joven acostado en un ataúd me hace pensar en cuán frágil nuestra existencia es. Que importa lo que deseamos si al final nuestra carne igual se pudre.